domingo, 24 de octubre de 2010

ANATOMÍA DE OTRO INSTANTE


Portada de 'Anatomía de un instante'

SOBRE 'ANATOMÍA DE UN INSTANTE' DE JAVIER CERCAS
De la misma forma que Javier Cercas utiliza un gesto (el de Adolfo Suárez erguido en su escaño mientras las balas zumbaban a su alrededor) para indagar en la trama del 23-F, analizaré el gesto que he adoptado tras leer la última línea del libro para reflexionar sobre éste.
Los segundos posteriores al desenlace de una lectura son determinantes. Es una transición llevada a cabo por un mágico silencio. Una vuelta a la realidad que a cada lector envuelve.
Pues bien, la lectura de ‘Anatomía de un instante’ me ha aportado uno de los mejores ‘instantes posteriores’ de los que he podido disfrutar. Apenas había acabado de leer la última frase, algunas lágrimas hacían el amago de querer formar parte de ese momento empujadas por las palabras que Cercas dedica a su padre. Sin duda alguna, es el final perfecto. Y todavía lo hace más perfecto el hecho de que no se trate de una estrategia del argumento, de un invento más de la trama, sino de la pura realidad del autor. Una guinda real para una historia increíblemente real.
La verdad es que entendía las palabras que Cercas exponía en el prólogo respecto a la elección de una historia no ficticia. El cacereño argumentaba que ‘los hechos del 23-F poseían por sí mismos toda la fuerza dramática’ concluyendo que nada de lo que él pudiera imaginar resultaría más complejo y persuasivo que la pura realidad. Pero no lo llegaba a comprender o a creer. Una vez leída la historia, capto por completo la decisión de Cercas y me alegro del acierto de ésta.
Mi gesto ha sido el suspiro de un investigador, de un detective que por fin encontró aquello que perseguía. Pues así era como me sentía a cada página del libro, una investigadora del 23-F que cada vez necesitaba más respuestas y que cada vez se le aparecían nuevos interrogantes. La implicación y curiosidad con la que Cercas dota su obra provocaba muchas veces que acabaras dedicando más tiempo de lo previsto a la lectura.
Ha sido un gesto de doble satisfacción. Por un lado, al confirmar que la lectura había sido una excelente inversión de mi tiempo. No ha habido detalle con el que no haya aprendido acerca del contexto de 1981, de las causas del golpe y sus personajes (principalmente Suárez, Mellado y Carrillo, por una parte, y Armada, Milans y Tejero, por otra), sobre la decisiva implicación de todos los sectores en el hundimiento de Suárez y sobre las diferentes reacciones ante el golpe. Tampoco he considerado inútil cualquier suposición del tema, aunque sólo fuera una mera posibilidad frustrada por la imposibilidad de hallar la certeza. El texto estaba plagado de minuciosos hechos sorprendentes, así como conversaciones impactantes, por ejemplo, las palabras con las que Suárez responde al Rey a la propuesta de convertirse en presidente del gobierno: ‘Joder, Majestad, creí que no ibas a pedírmelo nunca’ (pág. 356). No sólo en el ámbito historicista me ha enriquecido el libro, pues Cercas jamás deja de ser un excepcional artista para convertirse en un simple reconstructor de la historia. Encandila al lector con su estilo fresco, irónico y próximo; con su picardía tanto en la elección de los títulos como en la organización de la trama y, sobre todo, con la magia y brillantez que conlleva partir de un gesto. Por otro lado, la satisfacción se debe al sentir que se ha hecho justicia atribuyendo el Premio Nacional de Narrativa a esta obra.
Por último, cabe reflejar el buen sabor de boca que ha conseguido el autor guardando un secreto personal para poner punto y final a un sinfín de revelaciones y secretos de los personajes de su obra (y de la historia real de todos). La última confesión de Cercas es un regalo para el lector y también una liberación para él, tratándose toda la historia de una conversación con su padre de la que todos hemos sido testigos.

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